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Li poLI PO ( Li Bai, Li Bo)(siglo VIII)

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cabezaRASGOS BIOGRÁFICOS

La vinculación de la poesía china con la pintura, la música y la caligrafía confieren un carácter de unidad, un reflejo del acto creativo en su verdadero significado. La traducción de estos poemas parece a todas luces imposible, ¿cómo traducir la íntima relación entre todos los elementos que componen la obra, y que se hayan tejidos como un sólo trazo?  A esto se suman, en cuanto al idioma, otras dificultades: el carácter monosilábico del antiguo chino y consiguientemente su concisión: un simple jeroglífico puede expresar la idea de varios caracteres del chino contemporáneo; el verbo no se conjuga, no hay diferencia de modo y tiempo. Es por ello por lo que la selección que aquí reproducimos cuenta con poemas repetidos, para que el propio lector pueda ver las múltiples interpretaciones a los que puede dar lugar su traducción. A pesar de estos obstáculos, los poemas de Li Po, nos permiten anhelar la belleza y la sencillez del arte verdadero.

Conocido como el “poeta inmortal”, se encuentra entre los más respetados poetas de la historia de la literatura china.
Su lugar de nacimiento es incierto, hay sin embargo una leyenda según la cual su madre soñó que se le acercaba una enorme estrella blanca, la más brillante del firmamento. Como en chino se llama a Venus: la gran blanca o estrella blanca, la madre eligió como nombre propio para la criatura que nacería : Tai Po (Tai Bai), el gran blanco o la estrella Venus. También se le consideraba como descendiente de Li Er (Lao Zi).

Otro nombre por el que fue conocido Li Po fue el de “Inmortal desterrado”, quizás por que su vida fue un peregrinaje, vinculado siempre al taoísmo, hay en su bigrafía ciertos hechos simbólicos. Alrededor de los 20 años se estableció en las montañas Min, en la provincia de Shantung al NO de China donde entró en contacto con un maestro taoísta. Más tarde se encuenta con tres ermitaños y sube la montaña Tai en Shandong, la más reverenciada de las cinco montañas sagradas chinas (orientadas según los cinco puntos del espacio: los cuatro puntos cardinales y el centro). La montaña Tai corresponde al Este y en su pico se encuentra el templo del Emperador Augusto de Jade, quizás un título del “Rey del Mundo”.

Hacia el 742 se dirigió a la capital, Ch'angngan, donde sus poemas produjeron la admiración del emperador Hiuan-Tsong,  de la dinastía Tang (618-907), periodo conocido como  Edad de Oro o Era de los Inmortales por el esplendor cultural que conoció China durante esa época. La palabra justa, la belleza formal, la emoción contenida y profunda, la concisa brevedad, la sugerencia, la soltura de la frase y su fuerza expresiva son valores referidos a la poesía de la dinastía Tang.

Li Po gozó de los favores del emperador y más tarde de su rechazo, llegó a ser condenado a muerte.  Dejó la capital portando una orden imperial que le autorizaba a obtener vino gratuitamente en cualquier sitio donde lo solicitara. Formó entonces con siete amigos un grupo literario: «Los ocho inmortales de la copa de vino».  Es esta otra de las características a las que se refieren todas las biografías del poeta, su afición a la bebida, más bien porque esta le sirviese como fuente de inspiración permitiéndole entrar en el misterio mismo del hecho poético.

Li Bai murió en Dangtu, actual Anhui, donde se encuentra la montaña amarilla (Huangshan) el final de su peregrinaje. Se cree que su muerte fue el resultado de un envenenamiento por mercurio, o que una noche paseando en barca, ebrio, se lanzó al agua para abrazar el reflejo de la luna, ahogándose.

Alguien con quien "compartir el viaje extático a los ocho confines", diría el gran maestro taoísta Sima Chengzen.

glifo sol

Selección:

cabezaDel libro “Segunda antología de la poesía china” Marcela de Juan. Li Po

Me preguntáis por qué estoy aquí, en la montaña azul.
Yo no contesto, sonrío simplemente, en paz el corazón.
Caen las flores, corre el agua, todo se va sin dejar huella.
Es éste mi universo, diferente del mundo de los hombres.


Al viento favorable, el navegante de los mares leva el ancla y emprende un largo viaje.
Pronto se pierde hasta su estela cual pájaro en el cielo.


En el azul del cielo clava sus pabellones
el inmenso palacio.
Los dragones de oro escoltan las columnas
brillantes como estrellas.
Detrás de la cortina, ligeramente alzada,
festejan las doncellas al soberano sol.
Y sus gráciles manos arrancan armonías a las cuerdas
y a las piedras sonoras.


Monte Lu, Shen Chou, dinastia MingEsta noche duermo en el templo erigido
en la cumbre del Monte Sagrado.
Desde aquí podría coger las estrellas con la mano.
No me atrevo a elevar la voz en este silencio
porque temo turbar a los moradores del cielo.


Toma vuelo hacia Oriente una cigüeña por encima del mar.
Sin rumbo, sin cuidado, sin fatiga.
Los inmortales me reclaman con su canto vibrante.
Para esperarme con paciencia, se encaraman en árboles de jade.


Una jarra de vino entre las flores.
No hay ningún camarada para beber conmigo,
pero invito a la luna,
y, contando a mi sombra, somos tres....
Mas la luna no bebe,
mi sombra se contenta con seguirme.
Tardaré poco en separarme de ella;
¡la primavera es tiempo de alegría!


Si es la vida un gran sueño,
¿para qué atormentarse?
Yo bebo todo el día.
Cuando me tambaleo,
me duermo al pie de las columnas,
despierto bajo el sol;
oigo cantar un pájaro oculto entre las flores.
¿Qué hora será?
El viento de la primavera
difunde la canción del ruiseñor.
Me siento conmovido y pronto a suspirar,
más me sirvo otra copa.
Y canto yo también como los pájaros.
Cuando la noche llega a relevar al sol,
se agotan mis canciones,
mas he perdido ya de nuevo
la sensación de lo que me rodea.


¿Cuánto podrá durar para nosotros el disfrute del oro, la posesión del jade?
Cien años cuando más: éste es el término de la esperanza máxima.
Vivir y morir luego; he aquí la sola seguridad del hombre.
Escuchad, allá lejos, bajo los rayos de la luna, al mono,
acurrucado y solo,
llorar sobre las tumbas.
Y ahora llenad mi copa: es el momento de vaciarla de un trago.


Por la maña chapoteo en un morado mar de lino.
Por la noche, me envuelvo en nubes rojas.
Cojo una rama del divino árbol
y abanico con ella el sol poniente.
Tendido en una nube recorro el universo.
Tengo mil años y mi cara tersa está como el jade.
Ingrávido, flotando en un mundo muy alto e infinito,
me prosterno y saludo al rey del cielo.
Me llama a sí y me manda visitar sus sagrados imperios
y me ofrece un transparente líquido en una taza de jade.
El ágape ha durado dos mil años del calendario humano.
¿Para qué tornar ya al país donde nací?
No: siempre he de seguir al viento que no cesa;
navergaré sin rumbo y a placer por el vacío del cielo.


El pescador en un día nevado¡Ah, qué corto es el día!
y aun cien años son nada.
El firmamento azul asciende al infinito
y el tiempo es sólo inacabable lucha con los elementos.
Maku, reina de los inmortales, ostenta sus eternos moños,
pero en ellos abundan los cabellos de nieve.
Y el rey del cielo, al ver a las vírgenes de jade,
ríe a carcajadas, mil, diez millones de veces.
Y yo intento enganchar los seis dragones al carro solitario para subir a Oriente.
E invitaré a los dragones a beber un exquisito vino
en la Osa Mayor, inmensa copa;
no busco la riqueza, no busco los honeres:
puesto que soy mortal, sólo pretendo vivir en juventud.


El que vive es un viajero en tránsito,
el que muere es un hombre que torna a su morada.
Un trayecto muy breve entre el cielo y la tierra,
¡Ahimé!, y ya no somos más que el viejo polvo de los diez mil siglos.
El conejo en la luna busca en vano el elixir de la vida.
Fu Sang, el árbol de la inmortalidad, se ha desmoronado en un montón de leña.
El hombre muere; sus blancos huesos enmudecen
cuando los verdes pinos sienten el retorno de la primavera.
Miro hacia atrás y suspiro; miro hacia delante y suspiro.
¿Hay algo sólido en la vaporosa gloria de la vida?


I
Ni el agua que transcurre torna a su manantial,
Ni la flor desprendida de su tallo
vuelve jamás al árbol que la dejó caer.

II
Aquí la morada antigua del rey de Wu;
libre crece la hierba hoy sobre sus ruinas.
Más lejos, el inmenso palacio de los T´sing, antaño tan suntuoso y tan temido.
Todo eso fue y no es, todo llega a su término.
Los hechos y los hombres viajan hacia el morir,
como pasan las aguas del Río Azul a perderse en el mar.

III
Fugitivo relámpago es la vida,
que apenas si da tiempo a sentir su pasar.
Inmutable es la faz de la tierra y del cielo;
mas cuán súbito el cambio de nuestro propio rostro.


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cabezaDel libro “Poesía China Elemental”y "Li Po: Cien poemas" de Guojian Chien.

Sentado, solo, en la montaña de Jingting

Se pierden en el cielo pájaros en bandada.
Perezosa, la última nube se aleja.
Oh montaña, eres mi única compañera.
Ni a ti ni a mí el mirarnos nos cansa.


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Balada de Qiupu

Mide mil varas mi blanco cabello,
y mis tristezas son igual de largas.
Ante el brillante espejo, no comprendo
de dónde viene esta otoñal escarcha.


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Respondiendo desde la montaña

Me preguntas por qué vivo
en la montaña esmeralda.
Sonrío callado,
corazón en calma.
Las flores de duraznos
que se lleva el arroyo
me abren un mundo nuevo:
otra tierra, otro cielo.


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Inscrito en el templo de la cumbre

Paso la noche en la cumbre, en el Templo.
alzando la mano palpo las estrellas.
Mas no me atrevo a levantar la voz: temo
molestar a los moradores del cielo.


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Alegría del viajero

huangshanEl viajero cabalga al viento,
que lo lleva a lejanas tierras,
como un ave que emprende el vuelo
sin dejar en el cielo ni huellas.


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Escuchando a Jun, el monje de shu, tañer su laúd

El monje de Shu desciende,
con su láud bajo el brazo,
al oeste del monte de Emei.
Apenas pone sobre las cuerdas sus manos,
oigo un coro de mil pinos en los barrancos.
Las aguas que fluyen purifican mi alma.
El eco se funde con las campanadas
del templo cubierto de escarcha.
No advierto el ocaso que cae
en los montes de jade,
ni que se hacen plomizas
las nubes otoñales.


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Balada corta

¡Qué cortos son los días!
Raudos pasan cien años,
aunque llenos de sufrimientos.
La bóveda celeste, un mar sin límites.
El mundo, viajero que ha recorrido
un espacio de miles de siglos.
Ma Gu, la legendaria inmortal,
ve sus cabellos ya escarchados.
El Dios del cielo ha soltado millones de carcajadas
en juegos con sus doncellas de jade,
riéndose de sus desaciertos.
Deseo atrapar los seis dragones
que tiran del carro del sol,
para que me lleven a Fushan,
lugar de origen de éste.
Oh, dragones, les voy a servir,
con la Osa Mayor, un vaso de vino.
quiero que beban,
no por mi prosperidad o riqueza,
sino por que no pasen
los años por mí ni para mí.


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Difícil el camino

El vino de mi copa dorada
vale diez mil monedas,
y los manjares de mis platos de jade,
otro tanto,
pero no los puedo tomar:
abandono la copa y los palillos.
Desenfundo mi espada
y miro alrededor
perplejo y confundido.
Quiero cruzar el río Amarillo,
pero está congelado.
Quiero escalar el monte Taishan,
pero las nieves nublan el cielo.
Ocioso, me siento a pescar
en un arroyo diáfano.
De pronto, sueño que llego,
en una barca, a la capital.

¡Qué dificil es el camino!
¡Qué arduo el sendero!
¡Qué numerosas las encrucijadas!
¿Cómo voy a encontrar la salida?
Más, algún día, navegaré viento en popa,
y atravesaré el inmenso océano.


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Balada de Lu Shan, dedicada al censor Lu Xuzhou

InmortalesDesde siempre, soy un hombre altivo de Chu,
que se burla de Confuncio
con una balada irónica.
De madrugada, empuñando
un bastón de jade verde,
abandono el Pabellón Grulla Amarilla.
Busco entre los Cinco Picos
el arcano de la inmortalidad,
recorriendo una enorme distancia.
Toda la vida he anhelado
pasear por montañs legendarias.

Lu Shan se yergue seductora
al sur de la Osa,
velada por nueve biombos
de nubes coloreadas.
Su silueta se hunde en la laguna,
que refleja sus lados sombríos.
Frente a la Puerta Dorada,
se alzan dos altos picos.
En el arroyo plateado,
el puente Tres Rocas se encuentra
con la lejana cascada Incensario.
Verdean riscos y precipicios,
cuyas sombras y nieblas rosadas
iluminan el sol de la mañana.
Ni las aves pueden pasar
por estos cielos de Wu.
Trepando a la cumbre, contemplo
el majestuoso panorama
del cielo y de la tierra.
El infinito río corre hacia adelante
para jamás volver.
Nubes amarillas flotan
y recorren un largo espacio.
Nueve corrientes de ondas blancas
parecen dimanar de un monte nevado.

Lu Shan me regocija el corazón.
Me alegra dedicarles una balada.
Ocioso, contemplo el "Espejo de la Roca",
y se purifican mis pensamientos.
Las sendas recorridas por Xie
están cubiertas de musgo.
He ingerido la droga taoísta
de la inmortalidad,
y se han extinguido las llamas de mi alma.
Dominada del todo mi mente
y alcanzada la vía,
vislumbro a los inmortales
entre nubes multicolores:
con la flor de loto en la mano,
se dirigen a la Ciudad Celeste.
Tengo una cita con ellos
más allá del mundo.
Quisiera dar un paseo junto a Lu Ao
a través de la paz del firmamento.


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