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Boletín de novedades de El Arka

 
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Blancanieves

 

La mujer malvada

En muchos cuentos populares aparece a menudo el personaje de la mujer malvada. Puede ser reina, ogra, madrastra, suegra, bruja, o varias de estas cosas a la vez, pero en esencia se trata de una misma energía, o de un aspecto de ella. Hablamos de la cara oscura de la energía relativa a lo femenino. Este personaje es el que dificulta el camino del protagonista, el que le hace la vida imposible porque se deja cegar por sus pasiones. También hay que decir que tiene ciertos poderes mágicos u objetos de poder, que, sin embargo, no le otorgan el verdadero poder ya que, en vez de ponerlos al servicio de la Unidad y el Amor, los utiliza con fines particulares, separando y obstaculizando la unión, por lo que su alcance es corto.

Es aquella corriente que tira para abajo, que es un impedimento en el camino de Conocimiento. Que no quiere que el alma vuele libre. Es aquella mujer que quiere ocupar un lugar que ya no le corresponde, que no quiere dejar los privilegios, que es “arrastrada por unas energías compulsivas que la pierden por los recovecos del alma inferior, tan llena de deseos, obsesiones, emociones, fobias y anhelos que de no recibir el soplo del alma superior y del Espíritu conducen a un callejón sin salida.

 

Diversos peligros y trampas acechan constantemente a la maga: lo más vil, empero, es traicionar el fin último de sus búsquedas y operaciones, que es el de la realización metafísica, sustituyéndolo por la satisfacción de pasiones o deseos demasiado humanos que además nunca llegan a saciarse. La posesión, en cualquiera de sus formas, es otro de los grandes escollos; el afán por ser dueño del otro, el pretender manejar los hilos de la vida propia o de los semejantes, el acaparar poder, saber, dinero, prestigio o fama; es decir, la ignorante ceguera de la individualidad prepotente y soberbia que se cree demasiado a sí misma e intenta suplantar al Yo único y supraindividual que no es propiedad de nadie.”(1)

Esto es muy actual, o sea es ahora, porque ese personaje, aparte de ser encarnado por personas que van apareciendo en este cuento que es la vida, también se aloja en nosotros mismos, en el cuento que nos contamos. Ya conocemos el poder de atracción y seducción que tiene, pero las manzanas que ofrece, aún rojas y jugosas como las del cuento de Blancanieves, son podridas o contienen veneno en su interior.

La única manera de lidiar con ella es matarla, o más bien transformarla, invocando con todas nuestras fuerzas a la Inteligencia para que nos ayude a reconocerla y, a partir de ese reconocimiento, invertir el sentido de la marcha para ir hacia lo alto, entregando todo lo que no sirve al fuego purificador. (2)

En todo caso no hay que olvidar que “el mal forma parte de la vida del cosmos y del hombre y no puede ser eliminado de la creación. La ira divina es un mal para los hombres pero forma parte intrínseca del Hacedor, que siendo uno se hace dos y tres ecarnando el misterio de la triunidad (1+2=3)”. (3)

Blanca como la nieve, negra como el ébano

“En pleno invierno”, en la máxima concentración, en la Oscuridad, aparece una idea, un rayo. En Sof se retira de sí mismo para dar lugar a un espacio vacío, un lugar puro, apto para recibir el rayo divino. Una página en blanco que viene a ser fecundada por la sangre sacrificial para que en ella se plasme la Vida. Tres gotas, tres principios, que darán lugar a toda la Manifestación.

¿Os habíais dado cuenta de que el cuento de Blancanieve empieza así? Fijaos:

Había una vez, en pleno invierno, una reina que se dedicaba a la costura sentada cerca de una ventana con marco de ébano negro. Los copos de nieve caían del cielo como plumones. Mirando nevar se pinchó́ un dedo con su aguja y tres gotas de sangre cayeron en la nieve. Como el efecto que hacía el rojo sobre la blanca nieve era tan bello, la reina se dijo:

- ¡Ojalá tuviera una niña tan blanca como la nieve, tan roja como la sangre y tan negra como la madera de ébano!

Poco después tuvo una niñita que era tan blanca como la nieve, tan encarnada como la sangre y cuyos cabellos eran tan negros como el ébano.

Recordamos aquí el simbolismo de estos colores citando el libro del Tarot de Federico González Frías (4)

Rojo. Color de la sangre, de la pasión, el amor y el corazón, constituye el fluido y fuego vital. Es el color cálido por excelencia.

Blanco. Es el color de la pureza indeterminada, de la manifestación esencial expresada por la ausencia. De él proceden los demás colores a través del prisma de la atmósfera, y en él se sintetizan.

Negro. En su sentido inferior el negro es el color de luto, muerte, envejecimiento y dolor. En su sentido más alto es el que precede al blanco, y del que éste extrae su razón. Si el blanco manifiesta al Ser, el negro expresa el No-Ser, o la inmanifestación. Es la muerte que antecede al nacimiento.

Y la reina murió

Ya vimos porqué Blancanieves se llama así. Ella es el fruto de una idea.

Y al nacer la niña, la reina murió.

Como en todo nacimiento, tiene que haber una muerte. Para regenerarse, hay que morir a sí mismo. Separarse del Origen es doloroso. Hay dolor y alegría a la vez, pues comienza un viaje. Descendida esa Idea en la tierra, ahora le toca hacer el camino de retorno a su Origen.

Pero la mujer malvada se lo quiere impedir. Odia a esa niña preciosa, que representa al alma en su pureza, porque no quiere aceptar su superioridad en belleza. La envidia a muerte y, en vez de dedicar sus energías a mirarse a sí misma para trascender la dualidad dada por ella misma y su imagen, no hace más que interpelar a su espejo mágico para compararse con otras, buscando fuera lo que solo puede encontrar dentro de sí. Y como no se da cuenta de esto último, solo tiene un objetivo: matarla, corromperla, hacerla desaparecer, destruirla, y hasta comérsela. Por eso le pide al cazador que la mate y le traiga su corazón, su esencia.

La destrucción y la muerte, bien encaradas, son energías que coadiuvan el viaje de ascenso. Pero han de ser bien dirigidas, es decir, encauzadas para destruir lo que no sirve, y no al revés. En este caso la madrastra de Blancanieves, como hemos destacado en la nota "La mujer malvada", simboliza más bien aquella fuerza que impide que el ser complete su recorrido y hace que quede atrapado en la ilusión, como la madrastra en su espejo mágico, objeto de poder que siempre ha de ser usado para los fines más altos, o sea sin objetivos concretos y sin querer conseguir objetivos pequeños y particulares, pena el infierno de las pasiones, por la eternidad; o como Narciso, que queda atrapado por su mismo reflejo.

El cazador tiene piedad de Blancanieves y la deja escapar. Empieza así su peregrinaje: negro, blanco y rojo, ahora a la inversa, hacia el cielo.

Espejito, espejito...

Con respecto a la historia de Blancanieves, alrededor de la cual publicamos las tres notas anteriores, queremos detenernos un momento en el significado del espejo mágico, aquel que la madrastra interpela una y otra vez obsesivamente. Ya hemos visto que ella hace un uso invertido de este objeto, que en sí es mágico, porque su objetivo no es trascender la dualidad entre ella misma y su imagen, sino resaltar su belleza exterior, individual, desconociendo que el espejo mágico debe ser utilizado con fines universales, no particulares, para poder llegar a comprender que la Belleza va más allá de las formas incluyéndolas todas. Es decir, que es dada por el conjunto armónico de los varios aspectos de la Unidad reunidos en un solo Ser.

Para ahondar en el significado del espejo, queremos citar aquí la entrada "espejo" del Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos de Federico González Frías.

Espejo
El espejo refleja nuestra imagen, aunque de modo invertido. Si bien los primeros espejos de la antigüedad son de metal es obvio que el primer espejo es el lago o el río, de aguas quietas, presente en el mito de Narciso que sólo es capaz de ver su imagen exterior.

En este sentido los espejos serían enemigos del Sí Mismo y el Conocimiento, e incluso capaces de atrapar la imagen del que se mira en ellos, cautivo de su individualidad. Su utilización mágica seguramente deriva de que la ilusión es imagen de la realidad como la ciudad terrestre lo es de la ciudad celeste. Nunca es verdad lo que nos dicen los espejos.

Los primeros espejos "científicos" que no fueran de metal o vidrio, igualmente arcaicos, se fabricaban con un tonel, o pozo no profundo donde pudieran verse las figuras de las estrellas por la noche y fueron utilizados por los astrónomos de la antigüedad.

El espejo es siempre el otro, el que no es el que es, o el que lo sustituye en una constante interrelación de personajes, la danza del yo y el otro.

El espejo es de por sí mágico –como ya se ha dicho– y se han utilizado siempre para actos relacionados con la visión y las deformaciones que ésta puede sufrir.

Hay igualmente un espejo donde todo se ve, que es atributo de adivinos y chamanes. Por otra parte y siendo que los símbolos deben necesariamente ser enseñados y aprendidos sin lo cual no pueden comprenderse, el iniciador o hierofante cumple siempre también una función especular donde el aprendiz pueda mirarse, o viceversa.

Se debe volver sobre aquello de que la imagen que proyectan los espejos es invertida con respecto a lo que reflejan, como también lo son muchas analogías.

¿Soy o no soy? Se preguntan de forma indefinida los espejos, aunque todos ellos saben que son sólo un reflejo de un Principio al que conocen, pues se mira en ellos.

2. Dado que no parece advertirse la diferencia y se suele tomar como una banalidad algo por demás evidente: sin la dualidad no existe la Unidad pues no hay donde ésta pueda reconocerse, ya que no existe el espejo aquel que genera todo lo existente puesto que ella al mirarse en él toma conciencia de sí misma. El "yo" y el "otro" conforman una misma entidad que necesita autorreflejarse para conocerse.

 

Notas

(1) Mireia Valls con la colaboración de Lucrecia Herrera, Las Diosas se Revelan, Ed. Libros del Innombrable, Colección Aleteo de Mercurio, Zaragoza, 2017.

(2) No es un caso que la vieja bruja de Hansel y Gretel acabe dentro de un horno, y que la madrastra de Blancanieves tenga que morir bailando con zapatos ardientes.

(3) Federico González Frías, Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos, entrada: “Mal”. Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2013.

(4) Federico González Frías, El Tarot de los Cabalistas. Vehículo Mágico, mtm editores, Barcelona, 2008.

 


Texto: Margherita Mangini


 

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